El presidente Donald Trump solo conoce fracasos en su política exterior. Poco antes de la conferencia de Varsovia que dio inicio el pasado miércoles 13 de febrero en la capital polaca para lograr sus objetivos antiraníes, ya comenzaron a aparecer los signos de que este evento iba a ser un fiasco.
En primer lugar, el nivel de la asistencia fue en sí un primer fracaso. Ninguna de las potencias europeas, ni la UE ni tampoco Rusia o China acudieron a la conferencia. Tampoco lo hicieron varios países árabes como el Líbano. Esto significa un nivel de rechazo muy significativo a la política exterior estadounidense. Al final, solo un grupo de países, la mayoría de ellos con poco o ningún peso a nivel internacional, aceptó la invitación para asistir a la conferencia.
Esta conferencia tuvo lugar además mientras que en Sochi el presidente iraní, Hasan Rohani, se entrevistaba con sus homólogos de Rusia y Turquía, dejando claro así que no es ya EEUU sino estos tres países los que marcan la pauta en Oriente Medio y buscan soluciones a los conflictos, incluso aunque no mantengan la misma postura en diversas cuestiones como la de Siria.
El hecho de elegir a Polonia no fue casual. Según el Wall Street Journal, que citó a diplomáticos europeos, EEUU escogió Varsovia para esta conferencia en el marco de sus esfuerzos para intentar sembrar la cizaña entre estados europeos con respecto a Irán, aunque esta táctica no dará frutos teniendo en cuenta que los pesos pesados en la UE, que son Francia y Alemania, han reiterado su apoyo al acuerdo nuclear y su opinión pública rechaza por una gran mayoría las políticas de EEUU.
Esta realidad obligó al secretario de Estado, Mike Pompeo, a dar marcha atrás y eliminar el nombre de Irán del orden del día de la conferencia, que quedó fijado en “El Futuro de la Paz y Seguridad en Oriente Medio”.
Abdel Bari Atwan, editor en jefe del periódico panárabe Rai al Youm, cree, por su parte, que en la conferencia de Varsovia hubo una estrella, Benyamin Netanyahu, y una fila de extras: los ministros de asuntos exteriores de algunos países árabes a los que EEUU ha invitado a “normalizar” sus relaciones con el régimen israelí.
Jalid al Yamani, el ministro de Relaciones Exteriores del gobierno de Mansur Hadi de Yemen, se sentó al lado de Netanyahu, con quien intercambió sonrisas complacientes, lo cual le valió ser maldecido por una gran multitud de yemeníes que se manifestó en Sanaa pocos días después. Más extraña fue la presencia de su homólogo omaní, Youssef ben Alawi, quien previamente había sido apreciado por su neutralidad, en particular con respecto a las disputas entre los países árabes, y su amistad con Irán.
Los palestinos, que boicotearon la conferencia, han protestado enérgicamente contra la cumbre y la participación de los ministros árabes del Golfo en ella. Nabil Shaath, asesor del presidente palestino Mahmud Abbas, escribió en una columna publicada por el periódico israelí Haaretz que la conferencia de Varsovia carecía de credibilidad ya que pretendía “normalizar” la ocupación israelí del territorio palestino.
“Al estar totalmente del lado del gobierno israelí, (los estadounidenses) han tratado de normalizar la ocupación israelí y la negación sistemática del derecho de los palestinos a la libre determinación”, dijo. Los palestinos saben que uno de los objetivos de la conferencia era poner fin a la Iniciativa Árabe de 2002, que subordina un acuerdo de paz a la retirada israelí a las fronteras de 1967 y la creación de un Estado Palestino con capital en Jerusalén Este. Dicha iniciativa ha sido apoyada por la Liga Árabe hasta la actualidad.
Esta iniciativa no se corresponde, sin embargo, con el actual “acuerdo del siglo” que promueve el yerno y asesor de Trump, Jared Kushner para el tema palestino.
En otro gesto de humillación para los regímenes árabes del Golfo, la Oficina de Netanyahu publicó un vídeo en el que responsables árabes del Golfo Pérsico fueron visto restando importancia al conflicto palestino-israelí, defendiendo el “derecho de Israel a defenderse” y describiendo a Irán como “la mayor amenaza” a la paz regional. Claramente, Netanyahu quería fanfarronear, como hace siempre, de sus contactos tras el telón con los responsables árabes y dio a conocer el vídeo, incluso sin el consentimiento de los gobiernos árabes a los que pertenecían dichos responsables.
Atwan habló en general de la falta de dignidad de estos dirigentes árabes, aunque considera positivo que las máscaras se hayan caído y aquellos actúen ahora públicamente, mientras que antes lo hacían en secreto. El contento de Netanyahu, sin embargo, dudará poco porque estos dirigentes árabes no representan a sus naciones y mucho menos a los valores árabes y musulmanes.
Por otro lado, la actitud de Netanyahu ha convertido, según Atwan, a Irán a los ojos del mundo en algo que ya era con anterioridad: el símbolo de la resistencia y la defensa contra la ocupación y las agresiones israelíes contra los pueblos árabes e islámicos y sus lugares santos musulmanes y cristianos.
Como cualquier función de circo, la conferencia terminó de forma rocambolesca. Durante su salida de Polonia, Netanyahu acusó al país anfitrión de haber “cooperado con el Holocausto”. Polonia, que ha rechazado siempre cualquier responsabilidad en este tema, se sintió insultada y decidió que boicotearía la cumbre del grupo de Vinegrad que iba a tener lugar en la entidad sionista en pocas fechas.
Al final, EEUU no sacará nada de esta conferencia. Los palestinos nunca aceptarán el “acuerdo del siglo”, los pueblos árabes y musulmanes seguirán rechazando la normalización, salvo unos pocos dirigentes corruptos. Las maniobras de EEUU e Israel contra Irán y el eje de la resistencia fracasarán y Europa continuará alejándose progresivamente de su alianza transatlántica y buscará reafirmar su independencia.