Las repercusiones del acuerdo de alto el fuego entre Yemen y EEUU continúan en múltiples frentes, sobre todo porque el acuerdo parece inaudito por su singularidad y profundas implicaciones. Tras el fracaso de las flotas de ataque y los bombarderos furtivos en alcanzar los objetivos de la alianza occidental, y después de que Washington, en particular, demostrara que Saná tiene la ventaja en esta batalla, Londres también se vio obligado a solicitar permiso a Ansarulá para que el portaaviones británico HMS Prince of Wales transite por el estrecho de Bab al-Mandeb.
Este permiso solo se concedió tras comprometerse a no llevar a cabo operaciones de combate, según confirmó Mohammed Ali al-Huzí, miembro del Consejo Político Supremo, quien declaró en una publicación en la plataforma X que «se estableció contacto con la República de Yemen respecto al paso del portaaviones británico para maniobras, sin llevar a cabo operaciones de combate en el Mar Rojo».
Así, Gran Bretaña se ve obligada a adaptarse a las consecuencias de una decisión considerada por las élites políticas y los líderes militares de EEUU como acertada y beneficiosa para el país, a pesar de sus numerosos aspectos negativos, como el pánico que ha generado entre los aliados, especialmente “Israel”, e incluso ha revelado una ruptura en el eje tradicional estadounidense-israelí. Desde la perspectiva israelí, la decisión de Trump huele a traición, sobre todo porque no hubo consulta ni advertencia previa al respecto.
Sin embargo, como declaró el periódico estadounidense “The Hill”: “Cuando los intereses estadounidenses entran en conflicto con los de los aliados, estos se vuelven innecesarios”, y esto debería preocupar no solo a “Israel”, sino también a los países árabes. El periódico citó un tuit de Mohammed Ali al-Huzí en el que afirmaba: “EEUU, que abandonó al Sha, abandonará a “Israel” y a sus agentes y aliados”.
Mientras tanto, en más de un medio de comunicación internacional se han cuestionado la viabilidad de brindar protección estadounidense a los países del Golfo Pérsico y el valor práctico de los acuerdos de armas firmados recientemente, en particular con Arabia Saudí, considerados históricos en términos de coste y calidad. Los analistas también temen que las consecuencias del alto el fuego en Yemen fortalezcan la posición del movimiento Ansarulá, tanto en términos de capacidad militar como de apoyo popular. Asimismo, aumentará su papel regional y su valor simbólico, ya que obligó al ejército más poderoso del mundo a aceptar una tregua sin hacer concesiones a “Israel”. Esto refuerza su narrativa de capacidad de resistencia. Al respecto, Jon Alterman, investigador del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales, enfatizó que «el movimiento Ansarulá no solo está demostrando su capacidad para desafiar a EEUU e “Israel”, sino también para mantener la presión sobre el terreno a pesar de las alianzas hostiles», y añadió que «esto les otorga una enorme credibilidad».
Peor aún, desde la perspectiva estadounidense, es la evolución de las capacidades del movimiento durante la guerra, su experiencia en operaciones de desarrollo y su potencial para hacer frente a los sistemas de defensa aérea, como los sistemas Patriot y THAAD estadounidenses, y el sistema Arrow israelí. Según la revista estadounidense “Forbes”, el sistema THAAD no ha logrado interceptar misiles balísticos yemeníes en varias ocasiones confirmadas, durante el ataque a Tel Aviv con misiles hipersónicos. Mientras tanto, Saná ha confirmado que ya está trabajando para eludir los sistemas estadounidenses e israelíes, y que la posibilidad de superarlos es inminente.
Source: Al Akhbar