Hace poco más de una semana, el Pentágono lanzó un ataque contra una base aérea siria en el oeste de la provincia de Homs después de lo cual el presidente de EEUU, Donald Trump, afirmó que la foto de los niños muertos en un anterior ataque químico le había llevado a ordenar el ataque.
Resulta, sin embargo, que en los últimos días se han venido acumulando las pruebas de que las armas químicas de Jan Sheijun pertenecían a los terroristas y que el escenario del incidente con el gas sarín había sido preparado desde el suelo, lo cual deja, sin duda, la autoría del mismo en manos de los terroristas protegidos por EEUU, Arabia Saudí, Qatar y Turquía además de algunos países europeos.
En una reciente entrevista, Michael Springman, un antiguo diplomático norteamericano en Arabia Saudí, dijo: “Trump ha expresado su preocupación por los niños de Siria en base a lo que él ha sabido de los Cascos Blancos, un grupo terrorista que trabaja sólo en coordinación con Al Qaida y Al Nusra y otros que intentan derribar al legítimo gobierno de Siria”.
No obstante, la hipocresía de EEUU se vuelve más evidente cuando la Administración Trump ni siquiera ha condenado un reciente ataque con coche bomba de los terroristas takfiris contra un convoy de autobuses abarrotado de residentes de las localidades sitiadas de Kefraya y Al Fua, en la provincia de Idleb, controlada por los terroristas. Esta evacuación tuvo lugar en base a un acuerdo por el cual los terroristas de otras dos localidades de la provincia de Damasco, sitiadas por el Ejército sirio, podrán también evacuarlas y dirigirse a Idleb.
La región de Rashidin está ocupada por militantes de Ahrar al Sham, un grupo apoyado por Ankara y algunos países occidentales. Ella sirve de paso entre las provincias de Alepo e Idleb y la mayor parte de los evacuados pasan por allí. Cabe señalar que EEUU se opuso hace meses a la inclusión de dicho grupo en la lista de las organizaciones terroristas de las Naciones Unidas tal y como había pedido Rusia.
El sábado, al menos 96 personas, incluyendo 66 niños (43 niños y 13 niñas), perdieron la vida y varias docenas más resultaron heridas en un atentado con bomba cuando los civiles evacuados en autobús de ambas localidades, de mayoría shií, en Idleb estaban haciendo una parada, forzada por los terroristas que prepararon el ataque, antes de entrar en Alepo. Además de estas muertes y de decenas de heridos, otros 200 sirios fueron secuestrados y están desaparecidos en la actualidad.
El atentado tiene algunos tintes especialmente horribles y siniestros. Los terroristas agruparon a los niños en un lugar haciéndoles creer que iban a distribuir entre ellos bolsas de patatas fritas y luego hicieron explotar un coche bomba cargado con una tonelada de explosivos.
Cuando una madre buscó a dos hijos desaparecidos después del atentado, “ellos (los terroristas) se burlaban de nosotros”. “Ellos hicieron todo lo posible para humillarnos”, dijo la mujer superviviente.
Estos últimos acontecimientos -junto con otros, como el bombardeo de Mosul, donde 237 civiles, en su mayoría mujeres y niños, murieron, en su mayor parte enterrados vivos, en un bombardeo de la coalición liderada por EEUU- demuestran el nulo respeto e interés por la vida de los niños sirios e iraquíes que siente la Administración Trump.
“Este ataque terrorista es una reacción de los terroristas y de los regímenes que los apoyan a los avances del Ejército sirio y de sus aliados en todos los frentes”, se leyó en dos cartas dirigidas por el Ministerio sirio de Exteriores al Consejo de Seguridad y a la Asamblea General de la ONU.
Los gobiernos occidentales y mayor parte de países árabes han guardado silencio ante este brutal atentado, a diferencia del incidente químico de Jan Sheijun, donde ellos se apresuraron a movilizarse para acusar sin pruebas del mismo al gobierno sirio. La UNICEF, por su parte, reaccionó el lunes pasado, dos días después de la masacre.
La “preocupación” de Trump por los niños sirios no le ha llegado, pues, a emitir ni una palabra de condena sobre este atentado dirigido contra niños, del mismo modo que no condena tampoco la matanza de niños yemeníes causada por los bombardeos y bloqueo saudíes.
No cabe esperar otra cosa del gobierno de EEUU, cuya política está basada de forma constante en dobles raseros, mentiras e hipocresía.