El pasado miércoles, EEUU, Reino Unido y Francia presentaron una resolución anti-siria en la ONU basándose en informaciones falsas, según denunció la portavoz del Ministerio de Exteriores de Rusia, Maria Zajarova.
Los países occidentales actuaron de nuevo en base a la campaña iniciada por los grupos terroristas de Idleb, en primer lugar por el Frente al Nusra, vinculado a Al Qaida, y por el opositor Observatorio Sirio pro-Derechos Humanos, detrás del cual se halla un solo individuo, Rami Abdurrahman, que desde su despacho en Londres insiste en conocer todo lo que ocurre en Siria hasta el punto de ser citado continuamente por agencias como AFP como fuente de los acontecimientos en ese país.
Los Cascos Blancos, vinculados al Frente al Nusra, son otra fuente manejada por los medios occidentales en relación a Siria. Este grupo, subvencionado por los gobiernos occidentales, ganó recientemente el Oscar por un documental, a pesar de lo cual su cinematógrafo principal, Jalid Jatib, vio denegada la entrada en EEUU por el Departamento de Seguridad de la Patria de EEUU siguiendo el principio de los militantes son buenos en Siria pero malos en Occidente.
Numerosos medios y periodistas en Occidente han dejado claros los vínculos que unen a los Cascos Blancos con Al Nusra, que fueron calificados recientemente por Abu Jaber Al-Sheikh, el líder de Tahrir al Sham (el nuevo nombre adoptado por al Nusra y sus aliados) como “los soldados ocultos de la revolución” en un vídeo que circula en YouTube y las redes sociales.
En base a tales fuentes y apenas 24 horas después del ataque terrorista contra el metro de San Petersburgo en Rusia, una vasta campaña de mentiras e intoxicación fue lanzada por los medios que apoyan a los terroristas en Siria, árabes y occidentales, contra el gobierno sirio, acusándolo de “gasear a los habitantes de Idleb”.
Esta nueva campaña ha sido lanzada además pese a que Damasco destruyó en 2014 todos sus arsenales químicos bajo la égida de la ONU y este proceso fue confirmado por los inspectores de la Organización para la Prohibición de las Armas Químicas (OPAQ). El experto ruso Said Gafurov dijo, en este sentido, a Sputnik que “los norteamericanos saben perfectamente que Siria no tiene armas químicas. Damasco abandonó este tipo de armas en 2014. Ellas han sido destruidas. Los norteamericanos pagaron el proceso, que fue llevado a cabo usando tecnologías rusas. Ellos son conscientes de eso. Eso es por lo que sus alegaciones son declaraciones vacías que no deben ser tomadas en serio”.
El analista de defensa ruso, Igor Nikulin, un antiguo miembro de la Comisión de Armas Químicas y Biológicas de la ONU, también dijo que EEUU reconoció que Damasco destruyó sus armas químicas en 2014.
“El entonces presidente de EEUU, Barack Obama, informó de ello personalmente y tomó todo el crédito por este hecho, mientras que la OPAQ recibió el Premio Nobel de la Paz. No hay premio más alto que el Premio Nobel en el mundo. En otras palabras, puede ser visto como una prueba matemática absoluta de que todas las armas químicas de Siria fueron destruidas. Los inspectores de la ONU estuvieron presentes durante el proceso de eliminación”.
El único grupo que posee ahora ese armamento es el Frente al Nusra, que lo ha usado en el pasado contra civiles. La existencia de sustancias químicas por parte de Al Nusra y de fábricas e instalaciones donde tales armas se producen ha sido denunciada ya por Siria hace tiempo a la OPAQ y a la propia ONU.
Rusia ha señalado precisamente las similitudes entre los gases de Jan Sheijun y los utilizados por los terroristas en Alepo, en el área de Maarat Umm Haush, en noviembre de 2016 y que hirieron a unas 40 personas, sin que los países occidentales, que han estado protegiendo al Frente al Nusra en los pasados años, reaccionaran en modo alguno.
Otro punto de interés aquí es que “cuando el Ministerio ruso de Defensa se dirigió al liderazgo de la OPAQ “con la petición de que enviara urgentemente sus expertos a Alepo para participar en la recogida de análisis” la organización se negó alegando temas de seguridad. No existió nunca, sin embargo, “un tema de seguridad” cuando los países occidentales acusaron falsamente al gobierno sirio de utilizar armas químicas.
Algunos regímenes de la región, que patrocinan el terrorismo en Siria, han visto en esta campaña una nueva oportunidad para repetir el escenario que fracasaron en lograr en agosto y septiembre de 2013, es decir, una intervención militar directa contra el gobierno del presidente Bashar al Assad. Rusia ha sido también objetivo de esta campaña, que coincidió además casualmente con el atentado terrorista de San Petersburgo, en un intento general de presionar a Moscú para que abandone a su aliado sirio y permita la instalación de un régimen terrorista sectario en Damasco de tipo talibán y títere de los regímenes de Qatar, Arabia Saudí y Turquía, que son los tres grandes aliados de Occidente en la región y principales patrocinadores del terrorismo takfiri en el mundo.
Sin embargo, este objetivo ha fracasado y tanto el portavoz del Kremlin, Dimitri Peskov, como el ministro de Exteriores, Serguei Lavrov, han dejado claro que Rusia seguirá apoyando a Siria en su lucha contra el terrorismo y que este tipo de provocaciones no servirán a los países occidentales ni a sus aliados regionales para lograr sus propósitos. En este sentido, la oposición de Rusia y China servirán, como en 2013, para frenar los propósitos agresivos de las potencias occidentales y sus aliados regionales.