En estos días se cumplen 40 años de la fundación de Hezbolá, un hecho celebrado por sus seguidores y una mayoría de la población libanesa, y no solamente por los musulmanes chiíes, como ha quedado demostrado con ocasión de las recientes celebraciones en todo el Líbano.
Hace 40 años algunos cientos o miles de voluntarios, decididos a hacer frente a la invasión israelí del Líbano de 1982, que llevó al sitio y bombardeo de Beirut, comenzaron su entrenamiento con el apoyo del Cuerpo de Guardias de la Revolución Islámica de Irán, que pese a que su país hacía frente en aquellos días a la guerra de agresión lanzada por el dictador iraquí Saddam Hussein, con el apoyo de EEUU y los países árabes del Golfo Pérsico, no dudó en acudir en ayuda de los libaneses que sufrían la agresión sionista. Estos jóvenes estaban inspirados por la Revolución Islámica de Irán de 1979 y el pensamiento de su líder, el Imam Ruholá Jomeini.
La formación dio sus frutos y el nuevo movimiento de resistencia, Hezbolá, inició, junto con sus aliados del Movimiento Amal y otras organizaciones, una lucha contra la ocupación israelí y por la liberación de los territorios libaneses que se mantiene, en una u otra forma, hasta la actualidad. Las primeras acciones de Hezbolá demostraron que los invasores israelíes se enfrentaban entonces a combatientes bien entrenados y motivados. Hay que señalar aquí la destrucción, entre otros hechos, del cuartel general sionista en la ciudad de Tiro en noviembre de 1982, un ataque que costó la vida al menos a 75 militares israelíes y a decenas de colaboracionistas de la milicia colaboracionista de Antoine Lahad.
Las acciones de Hezbolá y la guerra de guerrillas contra los ocupantes israelíes hicieron imposible para “Israel” la anexión de los territorios ocupados del sur del Líbano y llevaron al hundimiento el acuerdo firmado el 17 de mayo de 1983 por el entonces presidente libanés Amin Gemayel con los ocupantes y rechazado por la población libanesa, poniendo fin así a los intentos de algunos sectores de la clase política libanesa de normalizar sus relaciones con el régimen israelí.
“Israel” continuó lanzando agresiones contra el Líbano en 1993 y 1996. El 13 de abril de este último año, el ejército israelí mató a más de 100 civiles que se habían refugiado en el campo de las Naciones Unidas de Qanaa, en el sur del Líbano. Las condenas contra este acto terrorista fueron inmediatas desde todas las partes del mundo. Pero tales crímenes no lograron doblegar el espíritu de los libaneses ni de su movimiento de resistencia.
Las tropas israelíes perdieron a cerca de 1.500 soldados en acciones de combate en el Líbano y la milicia de Lahab un número similar. A esto hay que sumar miles de heridos. El Líbano pasó entonces a llamarse “el Vietnam israelí”. En Mayo de 2000, el entonces primer ministro israelí, Ehud Barak, se vio obligado a tirar la toalla y ordenó el repliegue del Sur del Líbano. Las tropas de Hezbolá tomaron entonces las ciudades hasta entonces ocupadas, en colaboración con sus aliados de otras organizaciones. A excepción de algunas pequeñas zonas como las Granjas de Shebaa, las Colinas de Kfarshuba y el pueblo de Gayar, todo el Líbano fue liberado entonces por la vía de las armas, poniendo fin así al mito del “ejército invencible” que “Israel” y sus voceros a nivel internacional habían tratado de crear.
En 2006, “Israel” lanzó otra guerra de agresión contra el Líbano, pero sufrió otra estrepitosa derrota. Sus tropas no pudieron avanzar dentro del territorio libanés además de perder un gran número de tanques Merkava, una de las “joyas” de la industria militar israelí. Al mismo tiempo, los asentamientos israelíes fueron sometidos a los ataques de miles de cohetes durante el conflicto. Incluso en el plano mediático, “Israel” sufrió otro fracaso. Tras bombardear el edificio del canal Al-Manar en Beirut, este último recuperó la señal apenas dos minutos después de tal hecho, ya que había previsto el establecimiento de otros estudios en otros lugares protegidos.
Hezbolá ayudó también a Siria a vencer en la guerra de agresión terrorista que ha sufrido desde 2011 y que contó con el respaldo de EEUU, varios países occidentales, Turquía y algunos países del Golfo Pérsico. Siria ha sido siempre un apoyo para el Líbano y para Hezbolá frente a la agresión israelí, además de un pilar del eje de resistencia.
Hoy, Hezbolá ha crecido en todos los campos y es ya un movimiento mucho más amplio y poderoso de lo que fue en sus inicios. En el plano militar, el movimiento dispone de una gran fuerza de disuasión que incluye un gran número de misiles de alta precisión y alta capacidad destructiva, capaces de alcanzar cualquier objetivo en la Palestina ocupada, además de misiles antibuque, drones y sistemas antiaéreos. Este poder ha preservado al Líbano frente a posibles nuevas agresiones israelíes.
En el plano social, Hezbolá ha construido también una red de instituciones caritativas, educativas y sanitarias que han beneficiado tanto a la población chií, que tradicionalmente había estado marginada en todos estos planos, como al resto de comunidades libanesas. Durante la crisis de combustible del pasado año, Hezbolá ayudó a la población libanesa importando combustible de Irán, que distribuyó gratuitamente o a bajo precio a instituciones y empresas del Líbano.
Pese a estar sometido a una gran campaña de desinformación, el movimiento ha fortalecido su imagen entre los libaneses, como demuestra su victoria en las elecciones libanesas donde Hezbolá y sus aliados obtuvieron 705.000 votos, o sea el 39% del total. Hezbolá y su aliado Amal obtuvieron todos los escaños de la comunidad musulmana chií. Todo ello frustró los cálculos de sus rivales internos y de EEUU y Arabia Saudí, que han intentado controlar la política del Líbano, pero han visto tales planes frustrados por la acción política de la resistencia libanesa y sus aliados. Estos últimos han impedido también el estallido de una guerra civil en el Líbano, pese a las provocaciones de sus enemigos políticos como la matanza de Tayyuneh el 14 de octubre de 2021.
En el plano exterior, Hezbolá forma parte del eje de resistencia, que engloba a países como Irán y Siria y a movimientos políticos en Iraq, Palestina, Yemen y otros países. Este eje continúa fortaleciendo su influencia y ha llevado al fracaso los intentos sionistas y estadounidenses para imponer su yugo en la región.
En resumen, Hezbolá ha recorrido un largo camino de lucha y dificultades, pero ha cosechado éxitos indudables, que ha transformado al movimiento libanés en un punto de referencia en la lucha por la soberanía e independencia de los pueblos del mundo. Hezbolá es hoy un actor fundamental en el escenario libanés, regional e internacional y su influencia solo puede incrementarse en el futuro.