Después del horrible asesinato del periodista disidente saudí Yamal Khashoggi, cuyo cuerpo nunca fue encontrado, detrás de los muros del consulado de Arabia Saudí en Estambul, la monarquía wahabí continúa hundiéndose en la oscuridad.
La monarquía saudí, segura de la impunidad que EEUU otorga a sus violaciones de los derechos humanos, podría pronto ordenar la decapitación de Murtaja Qureiris, de 18 años, un joven preso político y probablemente uno de los más jóvenes del mundo. Él fue condenado a muerte en agosto pasado. Habiéndose convertido en mayor de edad este mes podría ahora ser ejecutado. Este es el temor de muchos, incluida Amnistía Internacional.
Arrojado a las mazmorras infames desde que tenía 13 años, este joven saudí, cuya inocencia y derechos sagrados de la infancia fueron violentamente pisoteados, ha sido acusado de sedición por haber participado con otros niños saudíes en una manifestación de árabes shiíes, en la que su padre jugó un papel importante.
En unas imágenes difundidas por la CNN, se le ve sonriendo, montado en su bicicleta en medio de un grupo de niños de su edad. También participó dos años más tarde en el funeral de su hermano, Ali Qureiris abatido por las fuerzas de seguridad durante una manifestación en la que varios cóckteles molotov fueron lanzados contra un puesto de policía. Por todo ello fue condenado a muerte, que en Arabia Saudí se realiza por medio de la decapitación.
La legislación saudí criminaliza las protestas contra el régimen como “delitos de terrorismo”. Los derechos humanos y la libertad de expresión son inexistentes en el reino.
En estos años, el rostro de Murtaja Qureiris perdió rápidamente su frescura juvenil. Marcado por el terrible temor creado por su arresto en 2014, mientras viajaba con su familia por Bahrein, el sufrimiento ahora se lee en sus ojos, después de cinco años de infierno tras las rejas. Encerrado en confinamiento solitario durante 15 meses, según la CNN, fue sometido a un constante hostigamiento y palizas.
Fue solo el año pasado, en 2018, justo antes de su comparecencia en un tribunal especializado en casos de terrorismo, que se le permitió hablar por primera vez con un abogado.
Tampoco era esperar que una brizna de humanidad fuera mostrada por sus jueces durante su parodia de juicio, ni por sus carceleros, que no tuvieron piedad por el niño que todavía es. Aún más sádico, a menudo se le prometió recuperar su libertad si reconocía el crimen de terrorismo del que fue acusado.
El futuro dirá si la llamada comunidad internacional, que, Realpolitik obliga, ha hecho la vista gorda ante el asesinato de Yamal Khashoggi y las matanzas de civiles en Yemen termina en este caso dejando caer la venda de los ojos.
Source: oumma.com