Esta no es la primera vez que funcionarios israelíes anuncian el objetivo de normalización con el Líbano. Esto se debe simplemente a que esto serviría como preludio a una hegemonía y a un intento de excluir a la resistencia y sumergir al país en un conflicto interno.
La normalización con el Líbano ha sido una ambición que ha acompañado a la entidad israelí desde su creación, y está detallada en extensos documentos israelíes. Sin embargo, las realidades políticas y de seguridad han obligado al régimen israelí a centrarse en ámbitos más peligrosos, lo que ha llevado a posponer esta opción.
Después de que el equilibrio de poder regional cambió y Egipto se retiró de los estados de la confrontación a través de los Acuerdos de Camp David, el enemigo vio una oportunidad histórica para hacer realidad sus ambiciones expansionistas y sus objetivos políticos y de seguridad en el Líbano. Lanzó la invasión de 1982, que terminó con el acuerdo del 17 de mayo de 1983, antes de ser derribado por la resistencia y el levantamiento del 6 de febrero de 1984.
Desde entonces, la resistencia ha sido y sigue siendo un baluarte contra los planes estadounidenses e israelíes de arrastrar al Líbano a la trampa de la normalización. El primer ministro israelí, Benyamin Netanyahu, ha enfatizado previamente que la paz con el Líbano no se puede lograr mientras Hezbolá esté presente. Sin embargo, los recientes acontecimientos locales y regionales han servido como un importante catalizador para el reciente impulso israelí-estadounidense hacia la normalización, en particular la guerra destructiva dirigida contra la resistencia, su pérdida de profundidad estratégica y de su principal línea de suministro en Siria.
Por otra parte, a pesar de las variables negativas, este plan enfrenta un formidable obstáculo como resultado de no haber podido lograr eliminar la resistencia o debilitarla hasta el punto de que se le pueda imponer ese nivel de dictados. En otras palabras, la condición para la normalización es el aplastamiento de la resistencia, algo que no se ha logrado ni se logrará tras el fracaso en la más violenta de las guerras israelíes contra el Líbano y a la luz de la aceptación popular que la impone como una fuerza política popular que no puede ser eludida en la ecuación interna.
Lo más revelador es que estas restricciones están presentes dentro del liderazgo enemigo. Por ello, el ministro de Energía y miembro del gabinete de seguridad, Eli Cohen, descartó la posibilidad de normalizar las relaciones con el Líbano en este momento, afirmando que “es demasiado pronto para hablar de ello”.
Esto indica que los pasos que está dando el enemigo en esta etapa son meramente preliminares, basados en el hecho de que las circunstancias actuales no permiten la imposición de la normalización. En la evaluación del liderazgo enemigo la resistencia todavía es capaz de impedir ese escenario.
Esta posición refleja parte de la evaluación que hace el enemigo de las perspectivas de la situación regional, y de que las cosas todavía están abiertas a numerosos escenarios.
En cualquier caso, es cierto que los esfuerzos de Washington y Tel Aviv en este sentido son muy serios, pero también son conscientes de que existen muchos obstáculos y restricciones que pueden frustrar esta opción y el enemigo seguirá obsesionado con la postura decidida de la resistencia, con todas sus facciones y afiliaciones populares y políticas.
Source: Al Akhbar